logo

María Buenaventura

Alguna vez comimos maíz y pescado - María Buenaventura, imagen: Pez Capitán de María Buenaventura

Alguna vez comimos maíz y pescado

¡Oh Capitán! ¡Mi Capitán! Nuestro temeroso viaje ha terminado.
(para Walt Whitman)

 

Qué comeríamos si pudiéramos comernos un pez capitán
Uno que vive solamente en este altiplano
el único bagre de agua fría
un amigo de la soledad
un pez con su pariente más cercano en Brasil.
Nos comeríamos una historia larguísima, de millones de años,
de movimientos tectónicos y separaciones de ríos.
Nos comeríamos una receta que se había quedado sin  su principal ingrediente
Nos comeríamos una investigación que apenas está comenzando
Nos comeríamos algo que aún está por hacerse
Nos comeríamos un compromiso, una responsabilidad
Nos comeríamos todos los ríos y lagunas de la sabana
y sabríamos que están vivos
Que si no los hemos comido es por desconocerlos
porque lo primero que muere no es la especie, es su conocimiento.
Nos comeríamos el capitán, el capitanejo, la guapucha y los cangrejitos negros
Nos comeríamos uno de los bocados más delicados del mundo
Y pasaríamos a ser parte de las tinguas, los patos migratorios y las musarañas.

 

La Galería Santa Fe, ubicada bajo la Plaza de La Concordia, se toma aquí como subsuelo del mercado. Lugar del mundo de abajo, de semillas, tierra, minas de sal o la profundidad barrosa de las aguas donde vive el pez Capitán, el más antiguo habitante del río Bogotá. Tres elementos dan forma al espacio: un observatorio de maíz, un comedor conformado por una hilera de mesas traídas de riberas bogotanas y los textos de una historia de búsqueda. 

El observatorio reúne, en bandejas de la Chamba y sobre agujas de acupuntura, agujas de oro y espinas de pescado, variedades de maíz nativas del altiplano cundiboyacense protegidas por cera de abejas de la punta de la aguja. Estas semillas diversas y cambiantes en colores, manchas, patrones, dibujos, texturas y formas son maíz gato, pajarito, dominó, rojo, arroz y porva del custodio de semillas Fabriciano Ortiz y maíz pira nativo del mercado campesino del 20 de Julio. Las manchas en ellos son el reflejo de genes saltarines, que aseguran variabilidad y capacidad adaptativa. 

Como prolongación del espacio de maíz, está el espacio de las aguas y su pez Capitán: una corriente de palabras y una hilera de mesas con cúmulos de sal vigua y ceniza, que se utilizarán en el banquete para pelar el maíz y limpiar los peces.

El espacio del comedor permite una comunicación necesaria y simbólica con la plaza de mercado, de donde bajan alimentos para los dos encuentros: el de inauguración y el convite para defensores de ríos.

Así las palabras y sus imágenes, el observatorio que es el universo todo y el comedor, narran historias de esta Sabana de Bogotá y de quienes han salido a su encuentro.

 

One Time We Ate Maize and Fish

María Buenaventura

The Santa Fe Gallery, located below the Plaza de Mercado de La Concordia, acts as the market underground. It is a place reminiscent of the subterranean world: seeds, earth, salt mines, and the depths of the muddy waters that are home to the pez Capitán (a species of catfish), the oldest inhabitant of the Bogotá River. Three elements give form to the space: a maize observatory, a dining table made up of a row of ancient adobe bricks brought from Ubaté Valley, and the texts of a story of searching.

On La Chamba trays, the observatory gather varieties of maize native to the Cundiboyacense highlands. These seeds, distinct and diverse in color, markings, patterns, drawings, textures, and forms, include the gato, pajarito, dominó, rojo, arroz and porva varieties from seed guardian Fabriciano Ortiz’s and native popcorn from the 20 de Julio farmer’s market. Their stains reflect their jumping genes, which ensure variability and adaptive capacity. 

As an extension of the space devoted to maize, there is a space for the waters that hold the pez Capitán: The shape of this earth table, where the feast will take place is that of the old sowing ridges, clusters separated by water channels where fish and crabs were also raised. The dining area allows for a necessary and symbolic connection to the marketplace where the food is brought from on two occasions: the opening and the banquet for the defenders of the rivers. 

The words and its images, the observatory—the entire universe—and the dining area narrate the stories of the Bogotá Savanna and of those who have rallied to meet it.

María Buenaventura Valencia

Nació en Medellín, Colombia, 1974. Vive y trabaja en Bogotá, Colombia. Magíster en Artes Plásticas y Visuales de la Universidad Nacional de Colombia (2010) y graduada en Filosofía de la Universidad de los Andes (2000). Cursó estudios de creación escénica en la Escuela Internacional de Teatro Jacques Lecoq de París, Francia.

Su obra, una mezcla de oficios y saberes, como la cocina, la escritura, la instalación y la historia, ha merecido diferentes premios. Su investigación y sus talleres en torno a la comida llevan catorce años de trabajo continuo con organizaciones, campesinos, cocineros, custodios de semillas y de exploración con respecto a los alimentos olvidados del altiplano cundiboyacense como el pez capitán o las variedades de cultivos, así como sobre los rastros del encuentro que supuso el Descubrimiento: la llegada a estas tierras de las vacas, los cerdos y las gallinas o las palabras de un nuevo comensal ante una papa, un aguacate o una piña.

 

María Buenaventura 

María Buenaventura was born in Medellín, Colombia, in 1974. She currently lives and works in Bogotá, Colombia. Buenaventura earned a Masters in Visual and Fine Arts from the Universidad Nacional de Colombia and graduated with a Philosophy degree from the Universidad de los Andes. She also studied set design at the École Internationale de Théâtre Jacques Lecoq in Paris, France.

Her work, a mixture of trades and expertise, such as cooking, writing, installation art, and history, has earned her various awards. Her research and workshops around food have spanned fourteen years of continuous work with organizations, farmers, cooks, seed guardians, and exploration regarding the forgotten foods of the Cundiboyacense highlands, such as the pez capitán or crop varieties, as well as traces of what the “discovery” of the New World entailed: cows, pigs, and hens reaching these lands, or a new diner’s comments when tasting a potato, avocado, or pineapple.

Las manos de María Buenaventura 

La artista María Buenaventura está nominada al x Premio Luis Caballero, certamen en el que participa con una reflexión sobre la comida, y aspira por ello a uno de los reconocimientos más importantes del arte nacional que entrega la Alcaldía de Bogotá en el 2020.

Por: Daniel Grajales T.  

Garbanzo, penca, curuba, uchuva, canelón, pequeñas rosas provenientes de una casa que demolieron en Chapinero y no quería olvidar, así como un piecito de una planta de flores rojas que le regaló el vigilante de la Galería Santa Fe, cuando su sede estaba en Teusaquillo, hacen parte del jardín que María Buenaventura cultiva, con sus propias manos, en el patio de su casa, ubicada en el barrio Belalcázar. Desde allí desarrolla el proyecto con el que participa en la décima edición del Premio Luis Caballero, certamen de la Alcaldía de Bogotá, liderado por el Instituto Distrital de las Artes-Idartes, en el cual intervendrá la Galería Santa Fe, en la plaza de mercado de La Concordia.

 

Alguna vez comimos maíz y pescado de María Buenaventura – Premio Luis Caballero – Crítica sin cortes

 

Artistas / Espacios