Ningún lugar a donde ir - Azul y Lindy Márquez
Ningún lugar a donde ir
Miramos las imágenes provenientes de nuestro pasado familiar que de a poco se revuelven con los recortes noticiosos de las imágenes del país, las cuales, a pesar de su desenfoque, arrugas y borramientos, enuncian con contundencia que no hubo Ningún lugar a donde ir. No se puede retroceder ni avanzar, esconderse o escapar; solo queda el reconocimiento de una tragedia que borró una parte de Colombia y de sus habitantes en 1985, con la explosión del Volcán Nevado del Ruiz, y que ahora, cuarenta años después, aún hace doler la mirada, el cuerpo y la existencia misma. Para nosotras, no es como si ya todo hubiera pasado: más bien, este hecho está siempre presente, constituye el ADN del país y también el nuestro. Por eso, todos hacemos parte de esta historia, que el paso del tiempo ha ido sepultando de nuevo, no en el lodo, sino en el olvido.
Armero y sus habitantes han permanecido, a lo largo de nuestras vidas, reclamando su lugar. De ahí que este proyecto sea un viaje autobiográfico a un pasado colectivo para hallar un territorio desaparecido del mapa y, sobre todo, a los más de quinientos niños que aún son buscados por sus familiares desde el corazón, ya que precisamente este les dice que siguen con vida. Nosotras también creemos en eso, porque algo de su inocencia, sonrisas e ilusiones persiste en el tiempo, en lo que no podemos ver, y, principalmente, en la memoria, en la nuestra, pero también en la memoria de quien se asome a Ningún lugar a donde ir, donde el espacio, la imagen y el sonido buscan diluir la rotundidad de ese punto final de 1985, para darle otras versiones o puntos de vista, capaces de crear una nueva memoria, una memoria que nos sobrevivirá.
Azul y Lindy Márquez
Estamos juntas desde antes de nacer, por eso la agrupación que conformamos data desde siempre, aunque solo una de las dos haya realizado estudios de Artes Plásticas en la Universidad de Antioquia (2008), Maestría en Artes Plásticas y Visuales de la Universidad Nacional de Colombia, Sede Medellín (2011) y Doctorado en Artes de la Universidad de Antioquia, Medellín (2017). Lo anterior nos ha llevado a compartir el conocimiento y ser responsables con este, en la docencia del pregrado en Artes Plásticas de la Universidad de Antioquia y, principalmente, proyectándolo en procesos de investigación y creación en artes, en los que la infancia, la memoria y el olvido son puntos de partida y guías en la construcción de gestos que devienen en el video, siendo este último el que espera encontrarse con los otros en el espacio.
Dentro de las experiencias que hemos tenido en exposiciones “individuales” se destacan: Después del universo (2021), La Balsa Arte, Medellín; Autobiografía del universo, Sala U Arte Contemporáneo, Universidad Nacional de Colombia, Sede Medellín (Beca de creación Artista de mediana trayectoria, Estímulos para el arte y la cultura, Secretaría de Cultura Ciudadana, Alcaldía de Medellín), 2019; Universo, Timebag, The Blue House, Medellín, 2015; Cubo X2, Casa Tres Patios, Medellín, 2014; Reflejada, Centro Cultural, Facultad de Artes, Universidad de Antioquia, Medellín (2011). También hemos participado en las siguientes exposiciones colectivas: Después. Nada volverá a ser como antes, Arte Cámara – ARTBO, Corferias, Bogotá (2022); Futuro Perfecto, Museo de Antioquia, Medellín (2021); El camino más largo, Museo de Arte Moderno de Medellín, Medellín (2021); Con esta boca en este mundo, LOKKUS Arte Contemporáneo, Medellín (2020); Proyecto Z, La Balsa Arte, Medellín (2019); PROYECTOR 2015, Espacio Labruc, Madrid (2015); Festival IVAHM, Centro de Artes de Vanguardia La Neomudéjar, Madrid (2015).
Si quiere conocer más sobre la obra del artista: Instagram – azul.lindy
Página Vimeo – Azul y Lindy Márquez
Exposición
Exposición: del 13 de noviembre al 7 de diciembre de 2025
No Place to Go
We look at images from our family’s past, which gradually intertwine with news clippings of the country’s history. Despite their blurring, creases, and erasures, they emphatically state: there was No Place to Go. There is no going back, no moving forward, no place to hide, no way to escape; all that remains is the recognition of a tragedy that erased a part of Colombia and its people in 1985, with the eruption of the Nevado del Ruiz volcano. Even now, forty years later, the pain lingers—in our eyes, in our bodies, and in our very existence. For us, it’s not as though everything has passed: this event remains ever-present. It constitutes the DNA of the country, and of us as well. This is why we are all part of this story—a story that the passage of time has buried once more, not in mud, but in forgetfulness.
Armero and its inhabitants have persisted throughout our lives, demanding their rightful place. This project is an autobiographical journey into a shared past, to rediscover a territory erased from the map, and most importantly, to remember the more than five hundred children still being searched for by their families. These families hold on to the belief that their hearts tell them the children are still alive. We, too, hold that belief, because something of their innocence, their smiles, and their dreams endures—across time, in what cannot be seen, and above all, in memory. In our memory, and in the memory of all who approach No Place to Go. Here, space, image, and sound work together to dissolve the finality of that tragic moment in 1985, offering alternate versions or perspectives capable of creating a new memory—a memory that will outlive us.
About the project
We look at images from our family’s past, which gradually intertwine with news clippings of the country’s history. Despite their blurring, creases, and erasures, they emphatically state: there was No Place to Go. There is no going back, no moving forward, no place to hide, no way to escape; all that remains is the recognition of a tragedy that erased a part of Colombia and its people in 1985, with the eruption of the Nevado del Ruiz volcano. Even now, forty years later, the pain lingers—in our eyes, in our bodies, and in our very existence. For us, it’s not as though everything has passed: this event remains ever-present. It constitutes the DNA of the country, and of us as well. This is why we are all part of this story—a story that the passage of time has buried once more, not in mud, but in forgetfulness.
Armero and its inhabitants have persisted throughout our lives, demanding their rightful place. This project is an autobiographical journey into a shared past, to rediscover a territory erased from the map, and most importantly, to remember the more than five hundred children still being searched for by their families. These families hold on to the belief that their hearts tell them the children are still alive. We, too, hold that belief, because something of their innocence, their smiles, and their dreams endures—across time, in what cannot be seen, and above all, in memory. In our memory, and in the memory of all who approach No Place to Go. Here, space, image, and sound work together to dissolve the finality of that tragic moment in 1985, offering alternate versions or perspectives capable of creating a new memory—a memory that will outlive us.